¿La cara refleja la personalidad? El mito de la Morfopsicología y una experiencia con un referente psicomorfólogo

Esta no es una pregunta casual, puesto que es la afirmación que me realizó públicamente un psicomorfólogo, el director de un Instituto de Psicología Facial. Algunas de sus afirmaciones son “el rostro no engaña”, “todo lo demás es ‘humo” y que “todo lo que deseas saber” lo obtienes con base a cuatro fotografías del rostro ¿Tendrá razón? y ¿será que él descubrió la panacea, la que los psicólogos del mundo aún desconocen?

El renombrado publicista británico Dave Trott sostiene que en la actualidad las personas evitamos hablar de algo siempre y cuando se lo considere controversial. Esto puede incluir temas como la religión o política. Este artículo se apalanca en exactamente lo opuesto: hablar sobre lo controversial, en este caso, la pseudociencia.

La psicomorfología es una disciplina moderna que argumenta que la apariencia del rostro es un fiel reflejo de lo interno. Parece intuitivo. Somos lo que parecemos. Sin embargo, los frenólogos con las dimensiones del cráneo o los fiosiognomistas con la apariencia de la cara y su similitud con la de otros animales hicieron argumentos similares. Cesare Lombroso lo hizo con los criminales. A día de hoy, esta disciplina es una pseudociencia, no caben dudas. Y no es que estén totalmente equivocados. Bueno, según la ciencia están bastante equivocados, pero tienen algo de verdad.

Johann Caspar Lavater, uno de los referentes más prominentes de la fiosiognomía, y a la derecha el fundador de la Antropología Criminal, Cesare Lombroso.

La relación que existe entre la apariencia y ciertos atributos de la personalidad es pequeña. Se ha encontrado una correlación entre 0.2 a 0.4 en el coeficiente de correlación de Pearson (Re & Rule, 2016) y muchas veces por debajo de estos resultados. Significa que hay ‘algo de verdad’. Es cierto, existe cierta relación entre personalidad y apariencia. Pero, la idea de que el rostro no engaña es al menos incongruente con el estado del conocimiento actual, por no decir falsa. Sería imprudente sugerir que la cara ofrece la verdad sobre la personalidad de alguien.

Hay decenas de estudios, si no cientos de ellos, que lo refutan. La cara puede sugerir algunos atributos de la personalidad muchas veces sutilmente, pero de manera ambigua e imprecisa. Más de 92 estudios muestran que las personas parecen detectar mejor que el azar la pertenencia a grupos sociales de un individuo (orientación sexual, religión y afiliación política) solo con el rostro. No obstante, lejos está la cara de comunicar: “actitud proactiva”, “imaginación” o “capacidad de prever lo inesperado”. No es tan lineal.

En la Revista de Comportamiento No Verbal más importante, no se ha publicado jamás un artículo científico sobre la psicomorfología, mientras que, en contraste, sí existen algunos artículos sobre la apariencia facial. Su relación con la belleza, la similitud entre rostros, las impresiones de competencia y amabilidad, son solo algunos temas. Ninguno de los estudios mencionados ofrece resultados que justifiquen las contundentes afirmaciones de la Psicomorfología.

En cambio, son escasos los estudios sobre esta temática y la gran mayoría de los artículos pertenecen a una sola revista, la de Morfología o a revistas con poco prestigio. ¿Es esta una mera causalidad? Los artículos de Comunicación No Verbal se han publicado en más de 297 revistas (Plusquellec & Denault, 2018), con mayor y menor prestigio. Es una diferencia importante ¿verdad?

También presentes en las publicaciones online del psicomorfólogo están las afirmaciones trilladas y acientíficas para validar sus propios métodos, tales como: “el inconsciente es el que determina el 98% de nuestro comportamiento” y “la cara es el espejo del alma”. Afirmaciones de alto impacto, sin dudas. Afirmaciones sin sustento, también. Son impactantes y agradables en el marco de la poesía, pero son engañosas si se las presenta como verdades científicas. 

Como dice un importante investigador: “Afirmaciones extraordinarias requieren de evidencia extraordinaria”. Las afirmaciones grandiosas están, abundan en las redes y libros. Una de ellas es “la cara no miente”. Pero falta la evidencia. Ninguna de las pruebas presentadas justifica incluso las más moderadas de sus afirmaciones. ¿Deberíamos confiar ciegamente en sus credenciales? ¿Debemos creer que la psicomorfología es científica solo porque alguien nos lo dice?

En la misma línea, el instituto del que forma parte afirma que el método morfopsicológico “permite obtener resultados de precisión inigualable” en la selección de personal. La erigen como la mejor herramienta. Sepa el lector la relación nada novedosa entre las afirmaciones pseudocientíficas y la majestuosidad: suelen ir de la mano, y, curiosamente, jamás se ofrece evidencia para apoyar logros tan maravillosos. 

Ejemplo proveninente de la Morfopsicología. Diferentes partes de la cara ‘revelan’ aspectos internos inconsciente e involuntariamente.

Y entonces ¿cómo justifican su disciplina?

Sucede con mucha frecuencia que un autodenominado experto profetiza su habilidad para leer la mente, cazar mentiras o descifrar la personalidad con un golpe de vista. Se dotan de ‘poderes’ de observación cuasi superhumanos: “soy un polígrafo humano”. Luego, no puede faltar, enseñan sus increíbles conclusiones en los medios de comunicación. Lo que resulta nada sorprendente es que siempre llegan después del hecho: cuando el jurado ya dio el veredicto, una vez comenzado el escándalo político o cuando la noticia sobre la infidelidad es conocida por todos los periodistas. Es extraño, sus predicciones llegan con el diario del lunes.

Algunos ejemplos de la Psicomorfología: 

  • Sobre el rostro de Elon Musk: “Potencial del sujeto, para transgredir las normas ético-económicas en el orden económico y el grado de confiabilidad”
  • Sobre el rostro de Vladimir Putin: “La capacidad de síntesis de Vladímir Putin es notable gracias a su frente con surco, ojos protegidos y sienes aplanadas” 
  • Sobre Angelina Jolie: “Este rostro nos informa de un estructura mental juvenil, flexible y adaptable a nivel de ideas en la que los sentimientos y valores, tienen un importante papel, pero en sus relaciones, es muy selectiva y le cuesta mostrar sus sentimientos, lo que puede dar un poco de conflicto”

Las técnicas pseudocientíficas tienen varios aspectos en común. En su desmedido afán por ‘predecir’ el comportamiento, ignoran la importancia de contrastar sus hipótesis con evidencia que pueda falsear sus ideas iniciales. En todos los casos terminan por confirmar sus postulados iniciales, porque solo cuentan la información a favor. Toda evidencia en contra es descartada. Esto se llama “contar los aciertos y no las fallas”.  A menudo también declaran, como este morfólogo, que no tienen sesgos. Este es el sesgo favorito del psicólogo Adam Grant, el sesgo de creer que no se tienen sesgos. Me parece una paradoja genial. 

Al leer los comentarios online de dicho Psicomorfólogo en una publicación de LinkedIn, decidí comentarle con evidencia que sus afirmaciones eran incongruentes con el estado de la ciencia actual. Lamentablemente, no puedo compartir todas las justificaciones con las que dicho Doctor defendió sus afirmaciones (puesto que eliminó sus comentarios y luego me bloqueó), pero puedo mencionar varias de ellas.

Por ejemplo, argumentó que quienes evaluaron su tesis doctoral decían de él: “tú estás a años luz de lo que se hace hoy en investigación” y “usted abre un nuevo paradigma en la psicología”. No contento con eso, me envío dos materiales: un archivo PDF en el que lo felicitaban por haber juzgado con precisión el tipo de crimen y personalidad de los rostros de 10 criminales. Por último, un video, de no tengo idea quién, hablando maravillas de él, como si fuera el mejor psicólogo del siglo y afirmando que puede leer a las personas como libros solo por su cara. Ningún dato, método o resultado, solo opiniones. 

De esto desprendo una decepcionante conclusión: la credulidad es un prerrequisito para aprender de este ‘experto’.

¿Son estas argumentaciones válidas para defender semejantes aseveraciones?

No. Tampoco deberíamos confiar en alguien solo porque nos diga “miren, soy genial”. Carl Sagan, dice “los argumentos de la autoridad tienen poco peso: las ‘autoridades’ han cometido errores en el pasado. Lo volverán a hacer en el futuro” (pp. 1996, 210). Se debería dudar de quien en ciencias sociales o estudio del comportamiento promete certeza absoluta.

De la misma manera, es inválido justificar una observación bajo la afirmación “esto es ciencia”, como si la mera pronunciación de la palabra dotara de sustento tal afirmación. 

Para filtrar adecuadamente la información que se recibe hay que ser capaz de cuestionar la validez de los dichos de los ‘expertos’. Se puede pedir evidencia, solicitar textos, preguntar por los métodos, siempre y cuando se haga con cordialidad

Sobre esto, Sagan agrega “los argumentos de conocimiento requieren adecuada evidencia antes de que sean aceptados, si la gente lo entendiera, no habría lugar para la pseudociencia” (pp. 6). Mientras que en el método científico todo depende de la evidencia, en el método pseudocientífico los estándares de las afirmaciones son bajos y pasan por verdades meras creencias y opiniones jamás contrastadas con la realidad. Además, como el ‘experto’ no se expone a la crítica y al debate, jamás se somete a sus contradicciones.

Es lógico, reconoce Sagan, que una pseudociencia sea aceptada y poco se la cuestione dado que ellas les hablan a poderosas necesidades emocionales insatisfechas del público. En este caso, a la expectativa idealista de que se puede saber todo sobre otros solo con mirarlos. Solo basta con reconocer la forma de la cara. Todos quisiéramos conocer mejor a los demás. Con promesas ilusorias y pocas pruebas, siempre controversiales, persuaden a quienes quieren aprender.

¿Es esta la respuesta de alguien dispuesto a promover el conocimiento?

Para ser científico también hay que comportarse como científico: si tienes el valor de compartir tus ideas, también deberías defenderlas y tolerar que otros las critiquen o soliciten mayor cantidad de pruebas. Es iluso esperar que automáticamente acepten tus palabras. El mismo Daniel Kahneman, premio Nobel, afirmó que genuinamente disfruta de equivocarse porque significa que ahora está menos equivocado que antes (Grant A., 2021). Curiosamente, los comentarios de este morfopsicólogo fueron en la publicación de una reciente entrevista a… ¡Daniel Kahneman! No dudo de que debe conocer su obra, pero me pregunto si la ha interiorizado. A la hora de evaluar sus propias ideas parece que, aunque se le presente evidencia contradictoria, no está dispuesto a cuestionar sus supuestos. Y resulta algo soberbio adjudicarse el único método no sesgado en un video del mayor experto en sesgos. Kahneman estaría defraudado ¿no?

Por privado le hice saber que no tenía nada personal contra él, que nuestra diferencia surgía de sus afirmaciones para las cuales creo que la evidencia actual las refuta. Creo su respuesta fue contundente: “la psicología no es científica, lo he probado durante más de 50 años, y con mis criterios personales decidí buscar otras evidencias, muchísimo más fuertes”.

Traducción: su método personal es mejor que el cúmulo de esfuerzo científico de los psicólogos a nivel mundial con procedimientos estandarizados, revisión de pares y metodologías confiables y válidas. Miles de científicos están errados, en cambio él ha dado con la solución. A sus ojos, yo era un novato incapaz de comprender las complejidades de su disciplina. No estoy a su altura y por tanto no puedo cuestionar sus palabras.

Esta no es la primera ni la última vez que desestiman mis pedidos de pruebas con un: “vos no sabés nada” o “qué bueno que los aficionados como vos se interesen en el tema”. Desde un comienzo le compartí evidencia que, si bien lo contradecía, también le aportaba para sus estudios. Decidió ignorarla. De hecho, era información que podría publicar en sus próximos artículos, pero no parecía interesado en hacerlo.

Si pudiera le haría dos preguntas: 1) ¿Qué evidencia sería suficiente para que cambie de opinión? y 2) ¿Quién cree que tiene el estatus suficiente para criticarle? 

Solo puedo imaginar su contestación. En mi caso contestaría:

1) Artículos científicos sobre Psicomorfología publicados en revistas Q1 o Q2; resultados contundentes con correlaciones entre moderadas y grandes entre apariencia y rasgos de la personalidad; comparación entre diferentes técnicas para medir la personalidad vs la Psicomorfología; refutación de los estudios previos que han encontrado correlaciones débiles o inexistentes; muestras con mayor cantidad de personas y diversidad.

2) Puede cuestionarme cualquier persona que demuestre conocer la temática o justificar con fundamentos o evidencia sus afirmaciones. De hecho, la ciencia crece, dice Sagan, por el libre intercambio de ideas y no de posiciones de privilegio.

¿Por qué comparto esto?

Quiero aprovechar esta oportunidad para ilustrar cómo proceden algunos pseudocientíficos y cómo cada uno de nosotros puede estar más preparado para evitar caer bajo el hechizo de promesas imposibles de cumplir. Promesas infundadas. Promesas que no deberíamos creer ciegamente.

Es un excelente ejemplo de que quién argumenta ser una autoridad y gurú, basándose en credenciales, logros y aplausos de seguidores, no está presentando evidencia de la veracidad de sus ideas, teorías y afirmaciones. Dato mata relatoY la carga de la prueba recae en quien realiza afirmaciones extraordinarias, no sobre nosotros. Dudar es sano, más aún cuando la evidencia es escasa o incongruente.

En la actualidad, hay amplia disponibilidad de conocimientos pseudocientíficos que a corto y largo plazo son peligrosos. La morfopsicología, tal como se la enseña hoy, es una pseudociencia y potencialmente puede afectar a muchas personas. Quién sabe si el día de mañana, policías o jueces comienzan a utilizar estos conocimientos. Te puede pasar a ti: que un administrador de personal te despida porque tu rostro sugiere que eres impulsivo. Y en el fondo, quienes usen estos conocimientos falsos no serían culpables de confiar en ellos, no tienen por qué conocer la ciencia actual sobre el tema. En cambio, la responsabilidad recae en quienes difunden estos conocimientos. 

A estos gurús, no estoy de acuerdo con atacarlos, amedrentarlos, burlarnos, ser sarcásticos, ni despreciarlos. Tiendo a creer que ninguno actúa con malas intenciones; evidentemente creen en lo que comunican. Por supuesto son responsables de las consecuencias que surjan de sus métodos. Por ello, primero y ante todo podemos proceder por entablar un diálogo. Criticar constructivamente, pedir evidencia y solicitar clarificaciones.

Por lo general esto conduce a ser receptor de ataques y desestimaciones. Lo digo por experiencia. Por alguna razón, los gurús, y no el resto de los mortales, optan por todo menos el diálogo. Personalmente he cuestionado a eminencias, investigadores mundialmente conocidos y miembros de fuerzas especiales. Cada uno de ellos estuvo dispuesto a debatir. Lo más sorprendente, es que la mayoría rebosaba de humildad. En cambio, con los gurús, nunca se está a la altura de semejante experto como para ser oído. 

Lo bueno de tomar la iniciativa es que esa persona ya ha sido informada. De ahora en más, ya no podrá decir que jamás escuchó evidencia contraria o ideas diferentes. Será aún más responsable de los efectos que produzcan sus enseñanzas.

A fin de cuentas, creo, y se lo dije, si él presentara la evidencia con mesura y precaución, más personas lo tomarían en serio. Lo escucharían. Puede, con cierta evidencia, demostrar que la cara revela algo sobre el manejo de emociones o la impulsividad. No logré convencerlo ni de comenzar un debate.

Insisto, tal relación entre apariencia y personalidad existe a niveles débiles, pero recién estamos comenzando a comprenderlo.

Conclusión

Definitivamente no creí pertinente aceptar que el método morfopsicológico para ‘leer’ la personalidad es el mejor jamás creado y que el resto de los psicólogos son ignorantes por desconfiar o desconocer estas ideas. Antes de cerrar la conversación, me dijo que su método era “una panacea” (literalmente). A veces, puede que no haya peor ciego que el que no quiere ver. 

En palabras de Adam Grant “ser científico no es una profesión. Es un estado mental – un modo de pensar diferente de otros…(de) buscar la verdad: hacer experimentos para testear hipótesis y descubrir conocimientos”. Y agrega, pensar como científico requiere de buscar razones para probar lo equivocado que estamos. Es este un principio básico. 

El proceder científico busca entender la naturaleza con humildad, en cambio, el proceder pseudocientífico busca imponer su visión personal en la mente de las personas como una verdad absoluta, nada compleja. Se ofrecen respuestas simples a los aspectos más complejos del ser humano con una atractiva idea: “todos podemos obtener este superpoder”, solo tienes que inscribirte al curso.

Pero cuidado, debe aclararse algo: la pseudociencia no es ciencia errada. No es que la pseudociencia solamente esté equivocada. La ciencia progresa por error, mientras que la pseudociencia además de no someter sus postulados al testeo, genera ideas invulnerables a cualquier experimento. Por ello, a menudo, nunca comparten toda la evidencia, puesto que, si lo hicieran, sería fácil demostrar su invalidez.  

Se sustenta en un principio humano: “una mentira simple es a menudo más poderosa que una verdad complicada” (Trott, 2013, p.58). La cara es moldeada por los genes, la cultura, las expectativas sociales, las emociones expresadas, las motivaciones y objetivos sociales de quien la porta, la profesión, así como por tareas tan simples como hablar y comer. Creer que el rostro es un espejo de lo interno es tan simple como equivocado. Vende y atrae, pero carece de sustento.

La pseudociencia constituye un sistema de creencias y opiniones disfrazadas como ciencia (la ciencia jamás se esconde). Detrás de argumentos persuasivos rara vez cuentan con evidencia que justifique tremendas afirmaciones. No dialogan, no debaten, ni tampoco ponen a prueba sus ideas. Es un sistema cerrado que jamás se expone a los efectos correctivos de la experiencia o el intercambio de ideas.

En mi opinión, los profesionales tenemos la responsabilidad de promover el diálogo incluso con los que piensan completamente opuesto. Toma tiempo, muchas veces es insatisfactorio y nos afecta el humor, pero podemos lograr una conversación provechosa o colaborar con la difusión de conocimiento útil. Lo que tendríamos que evitar es hacer oídos sordos.

Para Carl Sagan “la mayoría de los científicos creen que no es su trabajo exponer los engaños pseudocientíficos“. Y sin embargo, quizá esa sea una de las tareas más importantes. Creo firmemente que, para que triunfe la pseudociencia, solo es necesario que los informados no hagan nada.

 


Lic. Alan Crawley

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Fridlund, A. J. (2014). Human facial expression: An evolutionary view. Academic press.

Grant, A. (2021). Think again: The power of knowing what you don’t know. Penguin.

Plusquellec, P., & Denault, V. (2018). The 1000 most cited papers on visible nonverbal behavior: A bibliometric analysis. Journal of Nonverbal Behavior, 42(3), 347-377.

Re, D. E., & Rule, N. O. (2016). Appearance and physiognomy. In APA handbook of nonverbal communication. (pp. 221-256). American Psychological Association.

Sagan, C. (1996/2011). The demon-haunted world: Science as a candle in the dark. Ballantine books.

Trott, D. (2013). Predatory Thinking: A Masterclass in Out-thinking the Competition. Pan Macmillan.

*Los análisis morfológicos pertencen a la misma persona con la que interactué pero he decidido eliminar su nombre de la publicación dado que no pretendo personalizar la cuestión.

Otra pseudociencia: la Sinergología

Te resumo: ¿Qué es la sinergología? ¿quién la creó? ¿en qué se basa? ¿cómo se aplica? ¿en qué consiste? ¿qué puede criticarse? ¿qué critican ellos? y por último respondo la gran pregunta, ¿es la sinergología una pseudociencia? A la luz de la evidencia actual, de los textos compartidos y la ausencia de pruebas transparentes, la respuesta es bastante clara